dimanche 26 octobre 2014

Asunto de vida o muerte

Sábado 8:30 de la noche, Germán García y García -Gegar TV-, la extinta programadora del búho de neón, presentaba sus "Clásicos del Terror". La voz firme, profunda y bien articulada de Hernán Castrillón recibía al espectador y ambientaba la atmósfera lúgubre de las cintas que se exhibían a continuación. Debajo de la mesa del comedor estaba yo. Sin atreverme a ver, escuchaba encogido de miedo el relato del presentador y luego sacaba mi cabeza de debajo del mantel para ver la pantalla del televisor por unos instantes; justo antes de que apareciera el monstruo de la película; unas veces era Drácula, otras el Diablo y otras veces Frankenstein. A diferencia de Drácula y del Diablo, Frankenstein nunca me paralizó de miedo.

Mis confusos recuerdos de las citas con los Clásicos del Terror fueron rápidamente colonizados por la imagen de un monstruo bonachón y medio tonto, marido de una especie de vampiresa, Herman Munster:


Esta imagen popular y jocosa de Frankenstein persistió por años en mi imaginación y no fue sino hasta 1994 que descubrí la verdadera dimensión del monstruo, gracias a la sobrecogedora cinta de Kenneth Branagh: Mary Shelley's Frankenstein. Gracias a esta película, supe que Frankenstein es, de hecho, el científico Victor Frankenstein y no el monstruo. Más allá de ello, el monstruo de Frankenstein, interpretado de manera brillante por Robert de Niro, se confunde con su inventor en la búsqueda de su humanidad. De la impresión de una farsa caricaturesca, el monstruo y su creador se convirtieron en un único ser filosófico de dos caras de la humanidad.



La transformación de la trágica novela de la inglesa Mary Shelley de una profunda reflexión sobre la naturaleza de la vida, el conocimiento científico y la búsqueda de nuestra humanidad en una farsa cómica empezó a darse al poco tiempo de la publicación de la obra original.

La novela de Shelley, también llamada El Moderno Prometeo, fue publicada en 1818 en pleno auge de la revolución industrial. Inglaterra había derrotado a la Francia de Napoleón y Sir Humphry Davy encantaba al imperio Británico con sus demostraciones sobre el poder de la electricidad y su relación con la naciente rama de la ciencia llamada Química.

Sin embargo, ni Davy ni los demás científicos de la época habían podido definir qué es la electricidad. En el aire pululaban las especulaciones. En varios círculos científicos se había arraigado la idea que la electricidad estaba asociada con un cierto fluido vital.

En los "ranescos" experimentos del italiano Galvani, el científico cortaba las patas de una rana y las conectaba a una batería con lo cual éstas empezaban a contraerse y estirarse. Galvani asoció su descubrimiento a lo que él llamó: magnetismo animal. Una fuerza invisible inherente a los seres vivos que persiste más allá de su muerte. El magnetismo animal también fue defendido por el alemán Mesmer quien alegaba que era posible curar diversas enfermedades gracias al influjo de una fuerza vital transmitida, en un principio, por imanes y, luego, por él mismo. La explicación de Galvani sobre el origen de los retorcijones de las patas de los batracios fueron demostradas erradas por su paisano Volta, mientras que los tratamientos magnéticos de Mesmer fueron rechazados por la Académie des Sciences y la Académie Nationale de Médecine francesas. Sin embargo, estas ideas tomaron arraigo entre los denominados Vitalistas.

En la novela de Shelley, se representa la búsqueda intensa del hombre por dominar las fuerzas íntimas de la naturaleza. En su laboratorio sembrado de cadáveres desmembrados, el doctor (en medicina) Víctor Frankenstein intenta con pasión y energía obsesiva encontrar la manera de convertirse en el dios de la creación. Noche tras noche, día tras día, su obsesivo desvelo lo lleva a perfeccionar sus técnicas de cirujano para ensamblar las partes de un ser al cual él pueda inyectarle vida. El hombre es una máquina que puede ensamblarse a partir de sus partes y su vida se enciende gracias al fluido vital asociado con la electricidad. La consecución de su objetivo lo embarcará rumbo a la pérdida de su humanidad misma y, al tiempo, embarcará al lector en un viaje de descubrimiento sobre la evolución de nuestro carácter humano.

De manera más profunda, la convergencia de todas estas ideas llevarían a explorar preguntas gemelas de nuestra consciencia: ¿qué es la vida?, ¿de dónde viene?, ¿qué pasa al morir?

Es natural que estemos enamorados de la vida y que nos dé pavor la muerte. Roberto Gómez Bolaños, el genial Chespirito, ha dicho: la muerte es el acontecimiento futuro más importante*. Por ello, es natural sentir fascinación frente a esta parte fundamental de la vida. Sin embargo, tal fascinación puede llevar por los caminos del dogma y el misticismo.

Así como el género del terror se basa en la danza macabra de nuestros temores frente a la muerte para, unas veces, hacernos esconder bajo la mesa del comedor, la charlatanería y la superchería van de la mano del bolsillo de aquel que quiere explicaciones rápidas que satisfagan su anhelo de encontrar las llaves del reino del más allá. ¿No sería mucho más satisfactorio, primero, querido lector, definir qué es vida, antes de embarcarnos hacia la búsqueda de lo que está en el más allá?



*Chespirito sobre la muerte: http://www.youtube.com/watch?v=dpKSjkrgaH4


@vigabalme

lundi 13 octobre 2014

Ébola


Esa noche, desesperado con mi respiración de acordeón desvencijado y mis ojos como brasas de carbón, acudí a la clínica de Sanitas buscando atención médica. Recuerdo haber llegado sobre las 7 de la noche. Me dirigí a la ventanilla de atención donde me indicaron que esperara para hacerme el "triage". Pasó media hora. Pasó una hora. Pasaron tres horas de resignada espera.


Ebola virus budding from cell, SEM

Imagen SEM que muestra al virus del Ébola atacando una célula. 
Tomado de: http://www.sciencephoto.com/media/609989/view

El Ébola es una enfermedad atemorizante. Sus síntomas son en extremo dolorosos y el pensar en que éstos incluyen el desarrollo de hemorragias internas y externas es un hilo frío que estrangula la templanza de cualquier persona.

Curiosamente, el agresivo virus del Ébola es tan frágil que no puede sobrevivir más de un día fuera de los fluidos corporales de su víctima. Así, no es posible contagiarse de Ébola al acostarse en una cama donde haya estado un paciente enfermo una vez ésta se haya secado. De la misma manera, viajar en un avión con una persona contagiada no conlleva a una infección automática ya que el virus no se transmite por vía aérea como lo hace la gripe. El Ébola no posee la coraza protectora de otros microorganismos que pueden sobrevivir años sin agua, por ejemplo. Sin embargo, en cuanto a los humanos se refiere, el Ébola acude a un método maquiavélico de supervivencia.

Como lo plantea el Prof. Benjamin Hale (ver aquí su artículo), el Ébola sobrevive depredando nuestra naturaleza humana. En días pasados, el New York Times presentó la desgarradora crónica de una madre liberiana que adquirió la enfermedad y que dió a luz, de manera prematura, a una bebé (ver aquí). El padre había sido tratado por la enfermedad de manera reciente. En la premura del parto, los abuelos llevaron a la madre, quien había estado padeciendo los síntomas del virus desde hace días, a un centro asistencial. Después de tomar las medidas de precaución debidas, el personal médico procedió a inspeccionar el vehículo en que llegaron y encontraron a la madre muerta. Nadie sabía cómo proceder con la bebé quien había sido infectada por el virus. Nadie tocó a la bebé. La confusión reinó.

En los países de África afectados por la epidemia, el Ébola ataca el ya rasgado tejido social a través de la propagación del miedo, la superstición, la impotencia y el dolor psicológico. Liberia, Guinea y Sierra Leona son países ya plagados de guerra, desigualdad social, bajas tasas de educación y pobre infraestructura de atención en salud. Ante tal escenario, el Ébola ha encontrado un nicho a la medida de las debilidades humanas que favorecen su reproducción. En él, se ha expandido de manera exponencial, como nunca antes, en medio de la mirada indiferente inicial de la comunidad internacional.

¿Qué pasaría si llegase el Ébola a Colombia? Es una pregunta razonable dado el inevitable flujo humano propio de nuestra era globalizada. Si como en el caso de mi ataque alérgico y otros millones de casos similares o de mayor gravedad que se presentan a diario en nuestro país, prevalece la indiferencia glacial y descoordinada de nuestro sistema de salud monetarizado, las perspectivas son sombrías. La mejor defensa contra un enemigo como este virus es, de hecho, fortalecer nuestra humanidad misma a través de actos de solidaridad y del abandono del egoísmo, la charlatanería, la superchería y la aceptación de que el bienestar de todos es la llave de nuestra propia tranquilidad y plena felicidad.

@vigabalme